La belleza...


No te quejes de que otros no te amen a ti o a la vida.
Si tú simplemente lo haces,
todo estará bien.

lunes, 24 de octubre de 2011

Confesiones a un atardecer rioplatense


Sol que no calienta, este que a diario mis vacíos alimenta.

Piedras con sentido, olas con retorno y al final todo vuelve.

Incandescente el brillo de tu andar, apabullante el idioma de tu cuerpo.

Acento de canción de cuna, apasionante tu idioma, loco que mira la luna.

Te dibujo pensándome, te miro y estás, ignorándome.

Nos separa el agua, mi presencia, tu recelo y mi insistencia. Nos separan tiempo y espacio, nos aleja y une a contratiempo esta coreografía de múltiples escenarios, la añoranza poética de destinos imaginarios. Nos une todo menos vos, que es menos tuyo y más del miedo, y eso es mucho y no lo entiendo.

A mi manera me distraigo para pensarte menos, pero cala hondo en mí la apatía, que ni tan así es, un disimulo, una gambeta poco honesta pero elegante.

Ahora es vuelta, es posible, era probable.
¿Será que las grises letras acarician tus pestañas constantes? ¿Será que te hablé al oído al menos por un instante? ¿Será que mi afán se presenta milímetros menos distante?

Me sigue acometiendo la necesidad de tus brazos, me castiga el recelo cuando pienso tu encuentro. A veces dudo ¿Será que vale mi entrega este intento?

Me olvido de a ratos, transpiro gotas frías, lloro lágrimas secas, dejo oír en el avance de las olas mi queja.

Y ya lo que era azul es rojizo, mis pies se divorciaron de los tuyos, ya no sé dónde piso. Y el frío intermitente y la hoja garabateada son mis artilugios para hacerte presente.