La belleza...


No te quejes de que otros no te amen a ti o a la vida.
Si tú simplemente lo haces,
todo estará bien.

martes, 6 de diciembre de 2011

Suspensiones momentáneas

Te miré y no te diste cuenta, te quemé y no sentiste calor, te reíste y me quemé, y no te diste cuenta.
Te hablé y no sé si escuchaste. Me hablaste y sí que escuché y me volví a quemar. No eras ni vos, ni esos ojos, ni esa boquita roja, ni esos tacos, ni ese swim que implican los tragos, o era todo.
Me dijiste que no sin que preguntara, te respondí con intento, te reíste y hiciste luz, hiciste fuego, hiciste todo.
Me envolviste sin tener plena conciencia de tus redes, me hipnotizaste con un movimiento de cintura, morí de muerte placentera con tu veneno perfumado.
Y así fuimos, yo era la víctima consciente, vos la condena inconsciente.
Me dijiste que no sabías besar, el cómo, dudé, dudaste, dudamos.
Me escuchaste, me miraste y te reíste.
Te reíste, qué linda que era, fue, es... tu risa.
Sonrisa por la que muere el más experiente pintor sin lograrla; esos labios finos, rojos.
Queriendo seguir muriendo de vos me iba. No me dejaste. Intentamos.
Querés que te diga? Por un momento volamos... Volé. Te quité un segundo de tu aliento egoísta. Le diste de un manotazo color a este cuadro inerte.
Me dijiste que no sabías besar...
Cuantos más habrán despegado de tus labios, cuantos más muerto de tus sonrisas.
Y me dijiste que no sabías besar.
Quién sabe...

martes, 22 de noviembre de 2011

Memorias Rosa


De niño me faltó entender a dónde fue mi padre y porqué no volvió. Todo lo que tenía era a mi madre, que según yo creía, me daba todo lo que necesitaba: sobreprotección y falta de verdadero afecto. En ese entonces yo no sabía de amor.

De niño tuve una educación ortodoxa, rígida y conservadora, que no daba lugar a la expresión de los que sin saberlo y por algún motivo éramos distintos. No había lugar para la individualidad, sólo una máquina homogeneizadora que procesaba seres humanos e intentaba convencernos de que lo correcto era que fuéramos todos iguales. Desde ese entonces pusieron barreras, como antibióticos que me invadieron y enfermaron mi fría sensibilidad.

De niño me faltó cariño, contención, verdad, explicación.

Crecí con una guerra cruel que entre otras cosas se tragó a mi padre, mis expectativas y mi futuro.

Tuve que encontrar respuestas en sustancias que nunca me aclararon nada y contribuyeron a incrementar la nebulosa que ya para ese entonces impedía mi correcta apreciación de los hechos.

Me casé con una mujer a la que nunca le pude dar más que mis dudas, mi frialdad y mi incipiente locura. Tampoco en ese entonces sabía de amor, aunque constantemente lo buscara por oscuras esquinas, en cada vaso quebrado a mis pies. Ella se fue, no me di cuenta hasta que la necesité, y ya no estaba...

Nunca encontré solución a ese mar de dudas y depresión en el que diariamente me ahogaba. La televisión me traía alentadoras noticias de amores que no eran míos, poder insalubre, dinero que ya había comprado todo lo que tenía menos un camino que seguir. La guerra continuaba permanentemente en mi cabeza y se reproducía a lo largo de todo mi cuerpo, de pies a cabeza. Ojos piel y manos inmersos en una trinchera de barro, violencia, muerte diaria y drogas.

Construí un muro a mi alrededor para aislarme de mí mismo y me aisló de los otros. Lo material pretendía ser imprescindible y lo logró, impidiéndome mirar a través.

Me convertí en un monstruo inserto en un laberinto de voces intoxicantes para el que no encontraba salida. Llegué a odiar todo. Fui lo que ellos querían. Otra víctima.

Maté esperanzas, frustré amores, logré igualdad, superioridad, ho-mo-ge-nei-dad.

Me temían, y en ese poder hallaba la solución, nunca había estado tan cerca, el mundo a mi merced, soberanía, y cada obtusa sonrisa me dolía.

Fui otra víctima del sistema, pero se equivocaron. De alguna manera pude darme cuenta de la alimaña en la que me convertí, y era una capa de gusanos por sobre un ser que despertaba de una eterna letanía.

No sé si ahora entiendo de amor, pero logré voltear el muro que me separaba de la siempre inentendible realidad. Y no era ni nunca fue lo que ellos me mostraron. En un momento comprendí esos métodos precisos y cuasi científicos de silenciamiento. Lo lograron conmigo, pero no lo harán con ustedes...

PD: dedicado a un “viejito” que logro una de las autocríticas más impresionantes de la historia del cine y la música, que sigue mostrando el camino y deja un legado cultural y político imprescindible para las nuevas y no tan nuevas generaciones. Gracias....

lunes, 24 de octubre de 2011

Confesiones a un atardecer rioplatense


Sol que no calienta, este que a diario mis vacíos alimenta.

Piedras con sentido, olas con retorno y al final todo vuelve.

Incandescente el brillo de tu andar, apabullante el idioma de tu cuerpo.

Acento de canción de cuna, apasionante tu idioma, loco que mira la luna.

Te dibujo pensándome, te miro y estás, ignorándome.

Nos separa el agua, mi presencia, tu recelo y mi insistencia. Nos separan tiempo y espacio, nos aleja y une a contratiempo esta coreografía de múltiples escenarios, la añoranza poética de destinos imaginarios. Nos une todo menos vos, que es menos tuyo y más del miedo, y eso es mucho y no lo entiendo.

A mi manera me distraigo para pensarte menos, pero cala hondo en mí la apatía, que ni tan así es, un disimulo, una gambeta poco honesta pero elegante.

Ahora es vuelta, es posible, era probable.
¿Será que las grises letras acarician tus pestañas constantes? ¿Será que te hablé al oído al menos por un instante? ¿Será que mi afán se presenta milímetros menos distante?

Me sigue acometiendo la necesidad de tus brazos, me castiga el recelo cuando pienso tu encuentro. A veces dudo ¿Será que vale mi entrega este intento?

Me olvido de a ratos, transpiro gotas frías, lloro lágrimas secas, dejo oír en el avance de las olas mi queja.

Y ya lo que era azul es rojizo, mis pies se divorciaron de los tuyos, ya no sé dónde piso. Y el frío intermitente y la hoja garabateada son mis artilugios para hacerte presente.

domingo, 31 de julio de 2011

Entre tristeza y melancolía.


Domingo a la noche, el frío cercano al dolor, los gotas suaves y la música acompaña. Me acerco casi al límite inteligible entre la melancolía y la tristeza...

Definitivamente deseo que ese ángel que cayó en la estrofa que escucho venga a hablarme. Que me explique porqué la espera es dolorosa, por qué áspero el camino y por qué tan irremediablemente difuso el destino.

Y pienso... Estoy acá sentado intentando poner una vez más en palabras esto que siento. Otros sólo están sintiendo, y frío. Mientras más me esmero en la actividad intelectual más lágrimas caen en ojos que no son míos, más pensamientos tiemblan y la realidad que excluye a los desabrigados.

Cada gota me dicta un grito al oído, cada segundo es desesperación de los que ya perdieron las esperanzas. La piel se desgarra, la sangre fluye libre y ellos quisieran pasar de una vez a ese lugar mejor.

Se mezcla lo mío y lo ajeno, lo superfluo del ánimo y lo real del vivir.

Y las calles ya no son calles, y veo borroso, todo oscuro, y siento frío. No sé si el frío llega a mí o lo llevo en este momento en mi entraña.

Y te veo caminando en sueños, y esta vez no me despierto. Vas sola, apurada, con sobre todo, y tu pelo oscuro se enreda con el viento húmedo que te golpea la cara. Tus ojos oscuros denotan el cansancio. Cada vez te ajusta más ese fardo de decepciones que te pusiste sin voluntad de hacerlo. A cada paso ese ruido de tacos hace que duela más la soledad de esa calle fría de invierno. También empezás a ver nublado, pero esa lágrima sí es tuya, y el grito también. El agua fría ya no te importa, ni tu búsqueda en la madrugada por un futuro imaginario, ni la irremediable pérdida de ese pasado que seguro fue mejor. Ya no te importás, y te dejás, y duele, mierda que duele.Yo sigo en el mismo lugar, te veo y no estás. Ahora sé que los dos sufrimos. Ya no me queda nada más que salir a buscarte, "And it's your face Im looking for on every street". No me queda más que encontrarte y que vayamos los dos por esa calle de llovizna, porque "cada uno cruza en ella su calvario, pero la cruz de todo es la misma...". El miedo se agudiza para ambos pero perfectamente podría ceder y tomarte de la mano, y llorar juntos, qué tanto...

Y acá estoy, y no salgo, y no te conozco, y sí, duele. Sobre todo el hecho de verte sentada en la vereda, con el pucho en la mano y las lágrimas que queman hasta la fibra más remota de tu martirio.

Lo peor es mi ausencia involuntaria, casi tanto como tu presencia imaginaria, "es insufrible ver que lloras y yo no tengo nada que hacer".

Al final y como tiene que ser, el tajo en el pecho me arde un poco menos que el paisaje. "Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio...".

viernes, 22 de julio de 2011

En tu ausencia...


Te saludo, mujer de estrellas. Que tu no pasar por mi frente se materializa a diario potenciado por tu permanente ausencia.

Ojos de velo, sincera entrega, ante mi pasiva convalecencia cada día se infiltran, su realismo me desvela.

Sonrisas apocalípticas salen de tu ser despedidas con esa naturalidad que logra tocar lo más profundo de la expectativa.

Niña de caricias, que tu pelo esté adornado por esas estrellas que noche a noche contás empeñándote en que te hagan llegar de un solo suspiro a aquel lugar que anhelás, ese que tantas veces sentimos latiendo en lo más tibio de nuestra eternidad.

Muchacha de corazón profundo. Sin darte cuenta tantos acuden al lugar en que la brisa de tu energía cura la amargura. Esa que está tan presente en lo momentos en que estoy seguro poder encontrarte sin saber por dónde empezar a buscarte.

Mujer del futuro, que aquel día que se ve por el rabijo del ojo sea tan solo un enésima parte de los viajes a los que la imaginación acude para no admitir que quedan pocas salidas.

El sólo pensarte cumple con la dosis de irrealismo diario, de la que no se puede prescindir para poder continuar con esto a lo que llamamos existir, esta realidad que se endurece con tu ausencia.

Sabé que aquel río de otoño, adornado por las hojas marchitas que no presenciaron tu luz y calor, en algún momento de su recorrido llega a ser aquel mar en el que te encuentro, en el que tenemos que ser, juntos.

No me preguntes porqué tiene que ser así, mujer esencia de paz. Si aquello a lo que llamamos destino se presenta tal y como es, el momento en el que te vea sabré que sos tan mía como ausente estás en mi eterno desearte.

Sólo en el momento que aquellos labios, mujer de todos mis enigmas, lleguen a mí, me daré cuenta de que es en vano seguir buscándote, porque tu caminar por mis jardines de ansiedad es tan sublime que el solo pensarte hace que estés más distante.

No me pidas que no te piense, no me pidas el olvido, sólo de esta manera puedo continuar transitando estos caminos que susurran a mi oído que tu realidad es casi tan absurda como la nula cuota de amor entre los hombres.

Mi niña de memorias inventadas, tantas rutas surcadas en la agonía de no poder brindarte lo que desde siempre te pertenece. Sólo queda una solución, por más que se agudice el latido del corazón ante el frío que causa tu ausencia en mis brazos. Frente a todas las penas y esperanzas que pueda causar tu presencia inaudible, quiero, sí, seguiré siendo un soñador. Hasta el día en que los sueños no brinden la calidez que anhelo en tu falta material, y será porque ese día te estaré mirando a los ojos, vas a sonreír y me daré cuenta de que nunca mi dejo de locura arribó a mejor destino…

miércoles, 13 de julio de 2011

Memorias del Fuego: Los nacimientos


Memorias del fuego: Los nacimientos, Eduardo Galeano.
En este libro el autor describe y recompila una vez más la historia de la colonización Europea en las Indias (Américas). Transcurre desde 1492 hasta 1700.
Galeano utiliza la bibliografía y la mezcla con su percepción (brillante desde mi punto de vista) sobre el cómo lo que tanto admiran algunos (La sociedad Europea y su infrestructura) fue construído en gran parte gracias a los recursos naturales conseguidos en las américas y la explotación y matanza de indígenas. La evangelización fue la excusa para el exterminio de quién vivía en estas tierras, y como siempre prevaleció la ley del más fuerte.
Altamente recomendable!

sábado, 2 de julio de 2011

De noche...


Lentamente la noche se anuncia, quitando con la cola de su manto los últimos colores del día.

Llega, y enciende arriba esos ojos incandescentes que me llaman permanentemente. Intentan hacerme comprender que la soledad en la que me encuentro en esos momentos es mucho más cálida por estar siempre acompañado.

El volumen baja lentamente, junto con la temperatura y el ajetreo de un día como todos.

Tiene más sentido la vida cuando estoy en esos momentos en que la noche, que es mujer, me escucha sin que tenga la necesidad de hablar, y me responde sin que yo tenga la necesidad de comprender. En esa eterna interacción me pierdo a través de las cavilaciones acerca de mi porvenir.

Nada me pesa, tan liviano soy… que ya me fui, me voy a ese mundo en que no hay que comprender. Todo se basa en los sentidos, los acordes de la oscuridad suenan en esa melodía que me acompaña, siempre diferente, sublime, pero comprensible. Es esa comprensión que no se pone en palabras, porque no se necesita. Es esa comprensión que llena de fulgor eso que en un momento fue cuerpo, esa que sólo llega, de noche…

Ahí estoy de nuevo, de pie, mirando hacia arriba. Tan poco somos y tanto nos creemos…

La dama, silenciosa, radiante y sola como ninguna, hace su aparición. Se desprende de ese anaranjado que la templa, comprendiendo que ese no es ni su destino ni su fin. Ella, la Luna, sabe que su causa es su condena, la de ser contemplada, admirada como la más hermosa, delicada, brillante; como así también fría, solitaria y distante…

En su presencia reencarnan todos los fantasmas de mi conciencia, esos a los que sólo oímos a través de su voz, sentimos con su presencia. Les hablamos creyendo posible que nos escuchen, o teniendo esa seguridad tan poco certera de que Ella transmita los mensajes.

Y de esa manera seguimos, presos de su encanto, un amor platónico. Pero ella es perfecta, y por esta causa su belleza es tan absorbente como decepcionante su irrealidad…

Toda la noche me acompaña, desapareciendo tras ocasionales nubes, en el juego de seducción en el que cada vez que se aleja, más la deseo…

Vuelvo… Permanezco sentado. Miro para arriba y… respiro, hondo… Las reflexiones llegan a raudales incontenibles, pero para eso estoy y para eso está ella.

Escucho los sonidos de todo lo que no es humano, y es tan gratificante. De nuevo me lleno los pulmones con ese aire diferente, más puro, más frío, más intenso. El sonido de la brisa, que juega seduciendo las hojas de esa noche otoñal, llega a mí con la delicadeza de lo posible. Tan diferente al juego de seducción que mantengo con la luna, en la vana esperaza de que me dé la respuesta que espero, en uno de sus pasajes por mi transitar nocturno…

El arroyo canta en voz baja… Susurra… Es una voz conocida, que me hace compañía. Él es la vida, fluye lentamente hasta un destino incierto, siempre con la vista hacia delante, sabiendo que a pesar de las dificultades llegará a destino. El arroyo debe soñar diariamente con el mar, así como diariamente yo sueño contigo y con el momento de tu llegada…

Nostalgia… todo lo que ocurrió, lo que no, y lo que vendrá se hacen presentes en este momento en que hay espacio para ellos. Reclaman la falta de estas situaciones, y los comprendo… Les explico que no siempre es tan fácil lidiar con ellos, que a veces es preferible no enfrentarlos, y les pido perdón por la cobardía que me embarga las veces que los esquivo…

Y aquí estoy, tanto pienso en la oscuridad, tanto siento, tanto soy si de estar vivo se trata, tan poco al lado de lo que veo…

Esa es mi noche, con la luna y las estrellas, con el arroyo y su enseñanza, con el viento y sus andanzas…

Es el transcurrir de una noche, como todas, como aquella…

lunes, 27 de junio de 2011

La Guerra del Fin del Mundo


La Guarra del Fin del Mundo - Mario Vargas Llosa

A finales del siglo XIX, en las tierras paupérrimas del noreste del Brasil, el chispazo de las arengas del Consejero, personaje mesiánico y enigmático, prenderá la insurrección de los desheredados. En circunstancias extremas como aquéllas, la consecución de la dignidad vital sólo podrá venir de la exaltación religiosa -el convencimiento fanático de la elección divina de los marginados del mundo- y del quebranto radical de las reglas que rigen el mundo de los poderosos.

Así, grupos de miserables acudirán a la llamada de la revolución de Canudos, la ciudad donde se asentará esta comunidad de personajes que difícilmente desaparecerán de la imaginación del lector: el Beatito, el León de Natuba, María Quadrado... Frente a todos ellos, una trama político-militar se articula para detener con toda su fuerza el movimiento que amenaza con expandirse.

La primera novela que Mario Vargas Llosa situó fuera del Perú es un prodigio de expresión de mentalidades profundas, de pasiones irracionales y desbocadas fuerzas sociales. Un relato exhaustivamente documentado, tanto a través de lecturas como de viajes sobre el terreno en el que tuvo lugar este acontecimiento histórico. Un libro fundamental en la historia literaria del siglo XX.

Libro altamente recomendable! Sobre todo para quienes les gustan las novelas históricas, y más relacionadas con Brasil, la esclavitud, diferencias sociales, desigualdad, etc...
Una aclaración: la religión de la que habla no es la de la iglesia católica. Es la verdadera expresión de la Fe, sobre todo en gente como esta, que es lo único que tiene: sus creencias y convicciones.

viernes, 24 de junio de 2011

Ellos Tres


Fue una de esas tardes en que el gris, mezclado con la llovizna y el frío de junio nos hacen pensar dos veces antes de salir de casa.

Fue una de esas tardes que ponen en obvio que el invierno ya llega y trae consigo la dificultad para quien no tiene abrigo.

Fue una de esas tardes que por la época son casi noches, casi tristes, casi solas…

De esas tardes en que agradecemos tener un techo, el calor de un hogar, una familia, un mate, una sonrisa.

Una de esas tardes los vio. Eran tres. Uno se bajó del carro en que venían, con el pelo hecho sopa. Trece habrá tenido, o catorce, quién sabe. Los otros dos eran más chicos, sentados juntitos sobre el tablón que hace de asiento, para conservar el poco calor que hacía que esos corazoncitos no perdieran la esperanza…

Bajó y entró a la panadería. Salió sin nada. Ni siquiera mostraban sus ojos marrones el desencanto. Entró en la fábrica de sanguches de al lado, dos le regalaron. Volvió despacio al carro y se los dio a sus hermanitos, primos, o cual fuere el parentesco. Comían de a poco.

Él había salido de la panadería con una bolsa de francés recién sacado del horno, con la pretensión de llegar a su casa, hacerse unos mates y descansar un poco. No pudo.

La imagen de los niños lo contuvo antes de cruzar la calle, de sentarse en el auto. Esa imagen… Pensó dos o tres veces, intentó moverse, nada… Se les acercó despacio - ya a esta altura habían terminado la comida – y les preguntó si querían un par de facturas. “Sí” respondieron al unísono. Con aire decidido entró en la panadería, sacó unos billetes y le dijo a la panadera: “dame unas facturas, y con el vuelto un par de criollos”. El más grande de los chicos esperaba afuera, recibió sin decir palabra. Al subirse al destartalado móvil los tres miraron y dijeron “muchas gracias, eu”. Las sonrisas lo conmovieron, se sintió bien.

Cuando había cruzado la mitad de la calle se le hizo un nudo a la garganta. Derrepente y como un niño empezó a llorar, desconsolado, irremediablemente triste. Cerró la puerta del auto y siguió llorando, hizo las cuadras que lo separaban de su casa y todavía lloraba.

Esos ojitos, esas caritas, las manos trémulas al recibir la comida, las miradas de satisfacción. El agradecimiento, el hambre, la felicidad, la simpleza, la pobreza…

Las lágrimas no cesaban de caer por sus mejillas, su cuello, su cuerpo, su todo. El nudo que genera la injusticia no aflojaba en su garganta, quería volver, sonreírles, decirles algo… ¿Qué? No se le ocurría, ni tenía el coraje…

Todas las contradicciones de su mundo lo golpeaban salvajemente, las injusticias lo cortaban, las faltas de respeto lo hincaban, las de amor por la vida lo dejaban así… Tirado. Sin fuerzas para seguir parado. Con un dolor más que agudo en el pecho y la mirada nublada, como ese cielo, que también lloraba.

Y no era la primera vez que llovía, ni la primera que los veía, ni la última en que sufriría…

martes, 21 de junio de 2011

El único camino.

Tengo una idea. Y no es que que quiera que prosigan de alguna manera determinada frente a mi propuesta. No, es sólo una idea. Confieso que hace mucho que la tengo pero a veces no me convence, ojo, sólo a veces.

¿Y si nos amamos? Digo, aunque sea un poquito.

No de ese amor de hombre hacia mujer o mujer hacia hombre, o mujer a mujer y hombre a hombre. ¿Se entiende no?

Voy más al amor al prójimo. Al amor como respeto, afecto del común, pero que no es tan común en estos tiempos.

Cada día que pasa me sirve para convencerme de que esa es la salida a todos los males humores, estrés, violencia, corrupción, decadencia, desilusión...

El cariño muchas veces, o todas, es lo que hace a la felicidad.

A diario veo gente hosca, que camina por la calle, pensando en lo tarde que llega a su destino, sin pensar en el porqué de su camino. El tiempo apenas les alcanza para respirar. Como muñecos programados construyen su vida buscando la solución en aumentos de sueldo que sólo harán más peso en sus bolsillos, casas tan grandes como vacías de vida o autos que corren tan rápido que hacen que la vida pase con la misma velocidad. Y cuando terminan el trayecto se dan cuenta de que la velocidad se les hizo fugacidad y les impidió ver el paisaje y de nuevo a empezar de cero.

Propongo dejar de temer. Sí, porque el amor lastima. Cuando uno ama tiene más que perder, más por lo que preocuparse, y tanto más de lo que satisfacerse. El cariño logra estabilidad, cada afecto es un pilar. Mientras más amamos, mientras más damos, más fácil es mantenerse en pie. A cada tropiezo tenemos en que apoyarnos, y cada vez que lo pensamos hace que miremos para adelante, divisemos un horizonte cálido y satisfactorio, no el gris del asfalto que es siempre el mismo.

Comprendo la complicación de la entrega, pero opino que es lo único que nos hace salir de nuestro egoísmo. El ser para los otros es tanto más satisfactorio, tanto más humano, tanto más real. Compadezco profundamente al que no lo ha experimentado, y lo considero poco posible.

El que pregona que las relaciones casuales son lo más satisfactorio es o hipócrita o un ser que nunca ha sido amado. Cada beso sin sentido es un número borroso de labios. Cada cama distinta es un cuerpo del cual ni el olor se recuerda. Y lo más grave es la falta de memoria para una mirada, eso sí que entristece...

Confieso en que cuando el amor demora mucho en llegar uno tiene que recurrir a estos remedios pasajeros para no perderse en la búsqueda. No termina de satisfacer, es como un remedio que prolonga la agonía, nada más. Cabe tener totalmente en claro que sólo se busca en estos contactos una salida provisoria.
Realmente no consigo considerar sinceros a los que hacen de este pasatiempo un modo de vida, ellos también están esperando, pero lastima su ego admitirlo, les cuesta horrores pensar que también aman, como todos...

La gente se hace de abrazo en abrazo, por lo menos es mi experiencia y de los que me acompañan en la vida. Por eso lo menciono y respeto al que esté en desacuerdo, soy partidario de la pluralidad de opiniones.

Pido a quién sepa de otro camino para llegar a una felicidad real que me lo enseñe, y no me vengan con promesas de poder, sueños de fama o consecuencias del querer...




lunes, 20 de junio de 2011

El lado escuro del Corazón


"No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible

- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!"


Espantapájaros - Oliverio Girondo


Dejo esta cita, de la película "El lado oscuro del corazón", de Subiela. Excelente, tan triste como real...

domingo, 19 de junio de 2011

Cuando el tiempo trajo respuesta


Por experiencia propia pienso que no siempre se consigue lo que uno espera al final del camino.

Esta vez el agua trajo este momento en que la soledad y la tristeza acuden a nuestra puerta para confesarnos que perdieron la apuesta.

Nosotros la ganamos, porque ni un ápice de esa oscuridad nos roza, ni el pensarla nos eriza la piel.

Los sonidos aparecen reflejados en nuestro ahora como la escalera que nos acerca al éxtasis.

Lluvia y mar se juntan en un solo suspiro; lágrimas se sumen en la tibia inmensidad que las absorbe, las contiene y las hace volver a su origen, brindándoles el dejo de esperanza que nos pide a gritos nuestro ser.

Objetos concretos se sumen en la abstracción de este tiempo que paró, y lo matizan encandilándonos. Dentro del cúmulo de luz no observamos, sólo sentimos, somos. Y ese sentimiento se convierte en lo indescifrable, lo indescriptible.

Aquel ser, producto del camino que surcaron sus amores, siente emoción. No sabe si creer en el cuadro que se dibuja ante sus ojos, que están inmersos en la costumbre abatida de la vulgaridad y la monotonía que causa el materialismo. Tras la superación de lo dubitativo del paréntesis sigue ardiendo la vela interna del idealismo, que nos hace continuar aprendiendo a volar en los cielos del mundo en que vivimos.

Con dolor, aquel sueño, como todos, tiene su final, a pesar del la interminable satisfacción que sólo nosotros sabemos que quedó guardada en el cajón más profundo de nuestro existir. Ese que cuando se abre causa que la mirada se pierda nuevamente en aquellos mares, y vuelva a ser libre, y vuelva a sentir, a experimentar el recuerdo.

Amanecemos en la circunstancia que habíamos abandonado minutos atrás, durante un lapso casi eterno. El contenido onírico siempre permanece, y en esta instancia se confunde con la vigilia, quisiéramos un intercambio. Esta vigilia termina siendo la incansable espera para que el alma se reúna nuevamente en inspiración y coraje y sea aquello que creemos: un pozo de agua interminable, en que sólo a veces divisamos algún reflejo, es uno de estos momentos.

Finalmente, cuerpo y alma se funden en un concepto, el ser en plenitud, que puede pensar, pero nunca deja de sentir.