Lentamente la noche se anuncia, quitando con la cola de su manto los últimos colores del día.
Llega, y enciende arriba esos ojos incandescentes que me llaman permanentemente. Intentan hacerme comprender que la soledad en la que me encuentro en esos momentos es mucho más cálida por estar siempre acompañado.
El volumen baja lentamente, junto con la temperatura y el ajetreo de un día como todos.
Tiene más sentido la vida cuando estoy en esos momentos en que la noche, que es mujer, me escucha sin que tenga la necesidad de hablar, y me responde sin que yo tenga la necesidad de comprender. En esa eterna interacción me pierdo a través de las cavilaciones acerca de mi porvenir.
Nada me pesa, tan liviano soy… que ya me fui, me voy a ese mundo en que no hay que comprender. Todo se basa en los sentidos, los acordes de la oscuridad suenan en esa melodía que me acompaña, siempre diferente, sublime, pero comprensible. Es esa comprensión que no se pone en palabras, porque no se necesita. Es esa comprensión que llena de fulgor eso que en un momento fue cuerpo, esa que sólo llega, de noche…
Ahí estoy de nuevo, de pie, mirando hacia arriba. Tan poco somos y tanto nos creemos…
La dama, silenciosa, radiante y sola como ninguna, hace su aparición. Se desprende de ese anaranjado que la templa, comprendiendo que ese no es ni su destino ni su fin. Ella,
En su presencia reencarnan todos los fantasmas de mi conciencia, esos a los que sólo oímos a través de su voz, sentimos con su presencia. Les hablamos creyendo posible que nos escuchen, o teniendo esa seguridad tan poco certera de que Ella transmita los mensajes.
Y de esa manera seguimos, presos de su encanto, un amor platónico. Pero ella es perfecta, y por esta causa su belleza es tan absorbente como decepcionante su irrealidad…
Toda la noche me acompaña, desapareciendo tras ocasionales nubes, en el juego de seducción en el que cada vez que se aleja, más la deseo…
Vuelvo… Permanezco sentado. Miro para arriba y… respiro, hondo… Las reflexiones llegan a raudales incontenibles, pero para eso estoy y para eso está ella.
Escucho los sonidos de todo lo que no es humano, y es tan gratificante. De nuevo me lleno los pulmones con ese aire diferente, más puro, más frío, más intenso. El sonido de la brisa, que juega seduciendo las hojas de esa noche otoñal, llega a mí con la delicadeza de lo posible. Tan diferente al juego de seducción que mantengo con la luna, en la vana esperaza de que me dé la respuesta que espero, en uno de sus pasajes por mi transitar nocturno…
El arroyo canta en voz baja… Susurra… Es una voz conocida, que me hace compañía. Él es la vida, fluye lentamente hasta un destino incierto, siempre con la vista hacia delante, sabiendo que a pesar de las dificultades llegará a destino. El arroyo debe soñar diariamente con el mar, así como diariamente yo sueño contigo y con el momento de tu llegada…
Nostalgia… todo lo que ocurrió, lo que no, y lo que vendrá se hacen presentes en este momento en que hay espacio para ellos. Reclaman la falta de estas situaciones, y los comprendo… Les explico que no siempre es tan fácil lidiar con ellos, que a veces es preferible no enfrentarlos, y les pido perdón por la cobardía que me embarga las veces que los esquivo…
Y aquí estoy, tanto pienso en la oscuridad, tanto siento, tanto soy si de estar vivo se trata, tan poco al lado de lo que veo…
Esa es mi noche, con la luna y las estrellas, con el arroyo y su enseñanza, con el viento y sus andanzas…
Es el transcurrir de una noche, como todas, como aquella…
Y qué noche! Nose allá Feli pero acá la noche de anoche se llevó todos los aplausos, bastante parecida a la que describis acá! Besotes nene! seguí escribiendo!:D
ResponderEliminarMe alegro mucho so! Siempre seguiré escribiendo, besos!
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